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miércoles, 3 de enero de 2018

IRÁN: ¿Una ‘revolución de colores’?

Se dice que en política no existen coincidencias y en esta ocasión con mayor razón. Es por ello que llama la atención que luego del inobjetable triunfo militar de los iraníes como aliado de Rusia, tanto en Siria como en Irak al aplastar a ISIS (aquellas bestias sionistas creadas y financiadas tanto por los EE.UU., Arabia Saudita y las corruptas decadentes petromonarquías del Golfo Pérsico, lideradas por un conocido agente del Mossad israelí, muerto durante los bombardeos rusos que pulverizaron su ilusorio ‘califato’) surja de la noche a la mañana una serie de protestas en la república islámica que tiene todo el sello de aquellas organizadas por la CIA en Europa del Este en la década de los noventa, tituladas pomposamente como ‘revoluciones de colores’ y cuyo objetivo era derrocar a las dictaduras comunistas y reemplazarlas por regimenes ‘democráticos’ (?) cuyo primer paso fue integrarse a la OTAN. Al ver que la formula tuvo éxito, intentaron repetirlo en el norte de África y el Medio Oriente con la llamada ‘primavera árabe’ en el 2010 que resulto un completo fracaso. A pesar de este retroceso, lo volvieron a hacer esta vez en Ucrania en el 2014 - el denominado Euromaidán - que ha dejado al país dividido y en medio de una cruenta guerra civil. Desesperados sin duda por la consolidación de Irán como una potencia en el Medio Oriente, EE.UU., Arabia Saudita e Israel han decidido revivir esos viejos métodos ya conocidos para tratar de desestabilizar a su eterno enemigo, pero nada indica que vayan a triunfar en sus desvariados propósitos. Como sabéis, el pasado 27 de diciembre, Irán sorprendía al mundo al anunciar que su temida ‘policía de la moral’ (la ‘Gasht-e Ershad’, o ‘Patrulla de Guía’) ya no encarcelaría a ninguna mujer por infringir los severos códigos de vestimenta de la República Islámica, sino que simplemente se las penalizaría con la asistencia obligatoria a unas clases de reeducación. Apenas un día después, estallaban sorpresivamente una serie de protestas en la ciudad nororiental de Mashhad, así como en otras cercanas como Neyshabur y Birjand. La razón oficial es la “mala situación económica” y los “elevados precios” de los productos de primera necesidad. Cuatro días después, las protestas se han extendido por gran parte del país, incluyendo la Universidad de Teherán, y convirtiéndose en disturbios en algunos lugares. Se espera que estas crezcan en número con el paso de los días. Una veintena de manifestantes han muerto hasta el momento en las protestas. Estas muertes han sido reconocidas por las autoridades, que niegan que se deban a la actuación de las fuerzas de seguridad, ya que inclusive un policía está entre las victimas. Es por ese motivo que los líderes iraníes han advertido que harán respetar la ley a toda costa “Aquellos que dañan la propiedad pública, disturban el orden y rompen la ley deben ser responsables de su comportamiento y pagar el precio”, ha afirmado el Ministro del Interior, Abdolrahman Rahmani Fazli, en una entrevista televisiva. En muchos casos, las concentraciones han tomado un cariz político, aparentemente de rechazo al Gobierno moderado del presidente Hasan Rohaní, objeto del desagrado de muchos conservadores, pese a lo cual fue reelegido en las elecciones del pasado 19 de mayo, pero en el fondo es contra la Revolución en su conjunto, Así, mientras en Mashhad los manifestantes gritaban: “¡Muerte a Rohaní!” en otras localidades se han escuchado eslóganes pidiendo la salida o la muerte del Ayatolá Supremo Alí Jameneí, e incluso cánticos a favor del Sha - derrocado por la revolución de 1979 - enarbolando banderas monárquicas , algo inédito en el movimiento de protesta iraní, que ha dejado estupefactos a muchos observadores, demostrando que quienes lo organizan vienen de fuera, como sucedió en las anteriores protestas organizadas por la CIA, de las cuales dimos cuenta líneas arriba. ‘Coincidentemente’ la prensa occidental - al servicio de Washington - ha dedicado gran espacio a estas interesadas protestas, tratando de magnificarlas. Así, en un artículo titulado “Irán, el milagro que no fue”, publicado en la New York Review of Books, el escritor Christopher de Bellaigue, ex corresponsal de The Economist en Irán, advertía de que el ejecutivo de Rohaní había invertido un enorme capital político en el acuerdo nuclear del 2015, con la esperanza de que el levantamiento de las sanciones ayudase a paliar la difícil situación económica del país. Esas esperanzas, sin embargo, no se han materializado: “El milagro económico que prometió el Gobierno de Rohaní no ha ocurrido, y la sensación de anticlímax es palpable: una desilusión que se ha extendido a un desdén general por la política, los políticos, y las promesas incumplidas”, afirmaba Bellaigue. “Hay dificultades económicas en el país. Luego del JCPOA [las siglas en inglés del Plan Exhaustivo de Acción Conjunta, como se conoce oficialmente al acuerdo nuclear], muchos iraníes tenían expectativas de que la situación económica mejorase”, coincide Mohammad Marandi, profesor de la Universidad de Teherán, en una entrevista con Al Jazeera. “Todo el mundo está harto de la situación, desde los jóvenes hasta los viejos. Cada año, miles de estudiantes se gradúan, pero no hay trabajo para ellos. Los padres están también exhaustos porque no ganan lo suficiente para proveer para sus familias”, declara un joven llamado Alí en la localidad de Rasht, a The Guardian. No obstante, las protestas de los primeros días fueron convocadas a través de un canal secreto de la aplicación para teléfonos móviles Telegram, lo que apunta, como mínimo, a la existencia de un núcleo organizado. “La Administración del presidente Hassan Rohaní cree que no solo sus rivales conservadores están detrás de la inestabilidad, sino que apunta claramente a Washington”, escribe Mohammad Ali Shabani, analista para Irán de la publicación Al Monitor, quien señala que Mashhad, el foco inicial de la rebelión, es la base del clérigo ultraconservador Ebrahim Raisi (el principal rival de Rohaní en las pasadas elecciones y, se cree, el preferido del Ayatolá Supremo Alí Jameneí) y de su suegro, el clérigo radical Ahmad Alamolhoda, que se niega a acatar la permisividad de Teherán en asuntos como la celebración de conciertos. Todo apunta, aparentemente a un movimiento iniciado con la esperanza de debilitar al régimen que habría prendido ‘espontáneamente’ en otros lugares, tratando de aprovechar la situación para su beneficio. Es lo que parece pensar el propio entorno presidencial. El primer vicepresidente iraní, Eshaq Jahangiri, ha declarado significativamente: “Cuando un movimiento social y político se lanza en las calles, aquellos que lo iniciaron no serán necesariamente capaces de controlarlo al final. Aquellos que están detrás de estos eventos se quemarán los dedos. Creen que dañarán al Gobierno haciéndolo”. Lo mismo opina Ali Ansari, profesor de Historia de Irán en la Universidad de Saint Andrews. “Creo que han empezado algo y que han perdido el control sobre ello; ha cobrado vida propia. Tenemos que ver si gana tracción. El problema es que no hay organización. No sé cuál será el resultado”, ha dicho a The Guardian. “Se ha extendido muy rápidamente, de una forma que nadie había anticipado. Es la mayor manifestación desde las protestas masivas de llamada Revolución Verde del 2009”, asegura. La situación, de momento, favorece a los conservadores, especialmente si sigue escalando. Al respecto, el comandante de los Cuerpos de Guardia de la Revolución Islámica (comúnmente conocidos como “Guardianes de la Revolución”), el General de Brigada Esmail Kowsari, ha amenazado con un “puño de hierro” a los manifestantes si no se retiran. “Si la gente se echó a la calle aparentemente para protestar ‘por los elevados precios’ no deberían haber cantado esos eslóganes contra el gobierno, quemado propiedades públicas y coches o pedir el retorno del régimen criminal del Sha, quien fue servil a los intereses de los EE.UU. y perro de los sionistas, demostrando que existe una mano negra detrás de todo” indicó. Una vez abierta la puerta de la inestabilidad, de hecho, parece difícil cerrarla: así, el grupo terrorista sunnita Ansar Al Furqan - primo hermano de ISIS - que opera en la región de Baluchistán y mantiene vínculos con la CIA y el Mossad israelí, ha reivindicado la voladura de un oleoducto en Ahvaz, en la provincia de mayoría árabe de Juzestán. El objetivo, según indican, es “infligir pérdidas a la economía del régimen iraní” dejando al descubierto que esta “revolución de colores” es impulsada desde el exterior. La coyuntura internacional es sin duda propicia: la Administración Trump ha dado vía libre a Arabia Saudíta, la principal enemiga de Irán y su gran rival por la hegemonía de Oriente Medio, para iniciar junto a Israel una amplia operación en la región con el objetivo de contrarrestar la expansión iraní. Entretanto, el actual Gobierno estadounidense está embarcado en una cruzada deshacer todas las medidas adoptadas por su antecesor, incluyendo el acuerdo nuclear , y varios altos cargos de la Casa Blanca, incluyendo al propio Donald Trump, parecen obsesionados con la supuesta ‘amenaza’ de Irán que solo existe en sus retorcidas mentes. Precisamente, la mayoría de los observadores consideran que esta operación habría requerido de una penetración por parte de los servicios de inteligencia enemigos en un entorno tan vigilado como el iraní, con el objetivo de debilitarlos desde dentro. Y al parecer lo han logrado, “De alguien que padece graves trastornos mentales como Trump que ve a Rusia, China, Corea del Norte o Irán como los ‘enemigos jurados’ de los EE.UU. y amenazando a quienes no concuerdan con sus puntos de vista - como sucedió en la ONU donde fracaso en su intento que se ‘reconozca’ a Jerusalén como capital de la entidad ocupante sionista - se puede esperar cualquier cosa” acotó uno de ellos. Esta es la tesis que manejan muchos iraníes y no les falta razón, mas aun cuando el propio Trump haya aprovechado la ocasión para lanzar hipócritamente una advertencia al régimen iraní, asegurando que “el mundo está observando” la forma en la que se responde a las protestas. “El mundo entero comprende que ‘las buenas gentes’ (?) de Irán quieren el cambio, y que, aparte del enorme poder militar de Estados Unidos, al pueblo iraní es a lo que más temen sus líderes”, ha tuiteado este demente, quien a su vez calla en todos los idiomas el genocidio del pueblo palestino a manos de las bestias sionistas. Por eso, muchos iraníes, no necesariamente partidarios de Rohaní, se quejan de la forma en la que los medios occidentales están tratando de agitar las movilizaciones. “El servicio en persa de la BBC, que pertenece al Gobierno británico, o Voice of América, que es propiedad del Gobierno estadounidense, y otros medios que están financiados directa o indirectamente por Occidente, están mostrando un esfuerzo por expandir las protestas. Están intentando intensificarlas para poder politizarlas”, opina Maradi. “En Irán, siempre que hay cualquier signo de descontento tienes a los medios occidentales diciendo que el régimen está a punto de implosionar y que el régimen es impopular. Hemos estado oyéndolo durante treinta y nueve años, y no espero que suceda nada similar en el futuro”, aseguró. No cabe duda que Washington y los sionistas están detrás de todo esto, quienes no ocultan su deseo de volver a apoderarse de Irán como en el pasado, para disponer a su antojo de sus inmensos recursos petroleros con un régimen tan corrupto y claudicante como del Sha, quien se encontraba bajo el control absoluto del Mossad, hasta su expulsión del poder en 1979. Si creen que la historia volverá a repetirse, fracasaran miserablemente :)
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