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miércoles, 15 de noviembre de 2017

ARABIA SAUDITA: Secretos inconfesables

Una nueva guerra esta a punto de estallar en el Medio Oriente patrocinado por Arabia Saudita, EE.UU. e Israel en contra de Irán, con el objetivo de apoderarse de la región al precio que fuera necesario, sin importarles en lo absoluto las consecuencias de sus demenciales acciones. Y es que tras la derrota de ISIS (aquel grupo terrorista que ellos crearon, financiaron y armaron) tanto en Siria como en Irak y el fiasco del referéndum kurdo  (cuyo objetivo era la creación de un Estado títere manejado por los sionistas) que no sirvió para nada, se ha dado paso a un nuevo plan desestabilizador, dirigido esta vez contra el eslabón mas débil de la cadena, Líbano, firme aliado de Irán y el cual pudo mantenerse al margen de la guerra de agresión contra Siria. Sin embargo, todo parece indicar que le ha llegado su turno. Como sabéis, la sorpresiva ‘renuncia’ del primer ministro libanés, Saad Hariri, hace una semana, ha provocado una escalada que adentra al pequeño país mediterráneo en una seria crisis política y lo pone al borde del conflicto. Las autoridades libanesas han acusado a Riad de haberlo secuestrado y presionado para que dimita, lo que equivale a una declaración de guerra. Hariri ‘renunció’ en un mensaje grabado y difundido desde Arabia Saudita. Desde entonces no supo de el, hasta que ‘reapareció’ el lunes anunciando que regresaría al país ‘en unos días’. Este hecho ha dado pie a varios altos funcionarios libaneses para afirmar que los saudíes en realidad tienen a Hariri bajo arresto domiciliario. Así lo aseguran dos cargos del Gobierno y un antiguo político próximo a Hariri a la agencia Reuters. Una cuarta fuente, procedente de la familia del millonario, también señaló que los saudíes controlan y limitan sus movimientos. El último en acusar a Arabia Saudita de retener al primer ministro ha sido el líder de Hizbulá, Hasan Nasrala, quien en un discurso televisado el pasado viernes ha afirmado que Riad forzó a Hariri a abandonar el cargo y le impide ahora volver al Líbano. "Hay que decirlo claramente: el primer ministro se encuentra detenido y tiene prohibido regresar", ha dicho. Hizbulá, partido político chiíta que cuenta con una importante milicia, es socio en el Gobierno de unidad nacional forjado a finales del 2016 bajo la jefatura del magnate sunnita. A su vez, Hizbulá tiene un estrecho vínculo con Irán y combate junto a las tropas de Bashar Asad en Siria contra ISIS, cuyas conexiones con Riad son por todos conocidos. La amenaza de confrontación bélica pende sobre el Líbano como una espada de Damocles desde que en el 2006 Hizbulá e Israel se enfrentaran militarmente. "Estamos ante una crisis muy seria. Nos encontramos muy cerca de una guerra potencial en el Líbano entre Hizbulá y las fuerzas saudíes e Israel", señalo George E. Irani, profesor asociado de Estudios Internacionales de la Universidad Americana de Kuwait. "Desde el año pasado, cuando se forjó el acuerdo de Gobierno de unidad bajo la presidencia de Hariri, la contrapartida para el visto bueno saudí era que el Líbano fuera ‘neutral’ en Siria y no apoyase a Damasco en la guerra de agresión al que fue sometida por los EE.UU. y sus aliados, incluidos Arabia Saudita e Israel. Pero eso es imposible porque el Gobierno libanés tiene representantes de Hizbulá y la milicia controla el país con el presidente, Michel Aoun, como aliado", añade el académico libanés, quien agregó que forzar esta dimisión es una forma de presionar a Hizbulá. Aoun exigió al embajador saudí en el Líbano el regreso de Hariri, que viajó a Riad el viernes pasado. Para el presidente libanés, la dimisión del jefe del Ejecutivo -que se escudó en que había "un complot para acabar con su vida"- es "inaceptable". Otro veterano e influyente político libanés, el líder druso Walid Yumblat, afirma que su país no se merece que Arabia Saudita le acuse de declararle la guerra e instó a Hariri a regresar. "Por cierto, no hay alternativa [a Hariri]", añade. El propio partido político de Saad Hariri, el Movimiento Mustaqbal (Futuro), ha emitido un comunicado indicando que el retorno de su líder es necesario y esencial para el respeto a la soberanía del Líbano. Irani piensa que tras la debacle de ISIS en Siria e Iraq, se acabo la presión que Arabia Saudita pretendía ejercer contra Irán en su lucha por la hegemonía regional, "por lo que el Líbano se ha convertido en el nuevo terreno de confrontación entre Riad y Teherán, la cual preconiza Donald Trump desde que está en la Casa Blanca" indicó. En efecto, la primera señal pública de esta nueva campaña de agresión la dio el propio Trump, cuando a sólo cuatro meses de asumir realizó su primera visita oficial a Medio Oriente y una de sus paradas fue Arabia Saudita. Allí llamó a formar “una alianza regional contra Irán”, la mayor potencia chiíta del mundo, acusándola cínicamente de lo que ellos precisamente hacen desde hace mucho: financiar grupos terroristas como ISIS, Al Qaeda y Al Nusra y otros grupos que llevan la muerte en la región, convirtiéndose así en la punta de lanza del terrorismo mundial. Rodeado de líderes musulmanes sunnitas del Golfo Persico - títeres colaboracionistas que no respetan los Derechos Humanos en sus países, algo que a Washington no le interesa en lo mas mínimo - Trump pidió formar una alianza para “aislar” a Irán, y en la lista de amenazas también mezcló a dos partidos políticos islamistas que tienen su propio brazo armado y que luchan contra Israel: Hezbollah en Líbano y Hamas en Palestina. Apenas dos semanas después, esta alianza agresiva empezó a tomar forma. De esta manera, Arabia Saudita, Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Bahréin rompieron relaciones diplomáticas con el pequeño emirato de Qatar tras acusarlo de “apoyar a grupos radicales islamistas en la región” y a Irán, país con el que comparte y explota unas masivas reservas de gas. Si bien hoy el tono y la asiduidad de las amenazas al emirato se relajaron un poco, gran parte del aislamiento impuesto a Qatar se mantiene y hasta se extendió a otros países, como Yemen, quien lucha contra la invasión saudita y le ha propinado muchos golpes, para rabia y desesperación de Riad, que no puede como revertir la situación a su favor. La tensión no se había aplacado aún y Arabia Saudita seguía sumando titulares en los principales medios occidentales cuando el rey Salman, un veterano y enfermo dirigente de 81 años, hizo otro anuncio que sacudió a la región e, inclusive, a su propia familia: cambió la línea sucesoria, removió a su sobrino y nombró como heredero a su hijo Mohamed bin Salman, quien padece de graves alteraciones mentales y cuya peligrosidad se ha manifestado recientemente, al realizar una violenta purga en el corazón del poder político y económico del reino y fue tan contundente que fue bautizado como La Noche de los Cuchillos Largos, consolidando así su posición como nuevo hombre fuerte del país, bajo la ‘bendición’ de Washington, que estaba al tanto de lo que se venia. El decrepito rey creó por decreto ‘un comité anticorrupción’ dirigido por su hijo y heredero, y en sólo unas horas, 11 príncipes - entre ellos descendientes directos del fundador de la dinastía - cuatro ministros y decenas de ex ministros y poderosos empresarios fueron detenidos y trasladados a un hotel cinco estrellas de Riad. En total, más de 200 personas fueron acusadas de ‘delitos económicos’ que van desde lavado de dinero y extorsión hasta cobro de sobornos y tráfico de influencias, y en los días siguientes el Estado congeló más de 1.200 cuentas bancarias, entre ellas las de los hombres más ricos y políticamente más influyentes del país. La conmoción aún dominaba el ambiente en el país cuando al día siguiente el helicóptero en el que viajaba el príncipe Mansour bin Murquin, hijo de un ex director de inteligencia y ex heredero en la línea sucesoria de la corona, se estrelló en el sur del país, pereciendo en el acto. Lo cierto es que detrás de esta aparente campaña “contra la corrupción”, Salman busca deshacerse de quienes considera sus enemigos en su camino al trono. Y es que hay que analizar esta cruzada a la luz de anteriores purgas -como la del príncipe Nayef, ex ministro del Interior y hasta hace poco primero en la línea sucesoria- que eliminaron en forma progresiva a sus principales adversarios. Autoritario y extremadamente violento, el príncipe heredero ha dirigido su mirada enfermiza a Irán, al cual odia con toda el alma, pero sabe muy bien que ellos solos no podrían con los ayatollas. Si no pueden siquiera con el pequeño y empobrecido Yemen (victima de un genocidio por parte de los invasores saudíes, cuyos atroces crímenes son silenciados por Occidente) tendrían todas las de perder si se atreven a enfrentarse militarmente con Teherán. Es por ese motivo que utilizando como pretexto el lanzamiento de un misil por parte de los yemenies al aeropuerto internacional de Riad, no ha dudado en acusar a Irán de proporcionárselo, convocando para ello a la Liga de los Estados Árabes, que reunirá el próximo domingo para discutir las “violaciones” iraníes en la región, un eufemismo para referirse a su agresiva campaña emprendida contra Irán, el eterno enemigo. Para nadie es un secreto que la guerra contra Teherán es el objetivo supremo que impulsa la política exterior y las alianzas del reino saudi, tanto dentro como fuera de la región, y que, como un perro rabioso codiciando un hueso, es una obsesión que ha logrado desterrar la racionalidad de sus acciones en los últimos años. El fracaso de los designios del reino para el cambio de régimen en Damasco, las grandes perdidas que sufre en la invasión de Yemen, la brusca caída del precio del petróleo y la derrota de ISIS que desbarato sus planes para debilitar a Teherán, demuestran su enfermizo deseo de abrir nuevos frentes, específicamente en el Líbano. Lo que se debe de tener en cuenta es que Arabia Saudita e Irán están en un estado de guerra de facto, y lo han estado durante varios años. Cada uno encabeza un eje regional contrapuesto y antagónico de rivalidad religiosa, política y geopolítica, enfrentada en una lucha que no muestra señales de disminuir. Los saudíes, respaldados por Washington y Occidente, representan una visión sunnita sectaria para la región, mientras que los iraníes - junto con sus aliados como Siria y Rusia - son la contraparte a la hegemonía que busca desesperadamente imponer los EE.UU. pese a sus recientes derrotas en la zona. Obsesionado con la guerra, Salman de la mano con otro aventurero y demente como Trump, buscan revertir la situación y arrastrar al mundo a una conflagración mundial. La locura en estado puro :(
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